Por estas fechas, hace poco más
de once años, empezó mi andadura
profesional en el mundo de la farmacia. No me avergüenza decir que, nada
más entrar en la Facultad de Farmacia, a lo que menos pensaba que me iba a
dedicar era a la Farmacia Comunitaria. Es más, mis pensamientos eran del tipo
“que horror, detrás de un mostrador vendiendo cajitas”. De eso nada, yo me veía
más con mi bata blanca en un laboratorio o en un hospital analizando datos e
“investigando”. Para mí eso me parecía mucho más apasionante que ser
“vendedora”. No podía estar más
equivocada.
Al acabar la carrera estaba
bastante harta de estudiar y hacer exámenes. Y me lancé al mundo laboral. Probé
varios campos, entre ellos la visita médica e incluso me planteé la opción de
irme fuera de España, hasta que al final acabé detrás de un mostrador. Cuál fue mi sorpresa cuando este mundo tan
apasionante (al menos para mí) se
abrió ante mis ojos. Yo no era una vendedora, no señores. A mí acudía la
gente en busca de asesoramiento y consejo. Pero, ¿qué consejo iba a dar yo si
estaba recién salida del horno? ¿Con qué criterio podía yo decirle a alguien lo
que debía tomar y cómo? Estaba claro que con mi súper título de farmacéutica en
la mano, no estaba preparada para ello. Por eso decidí que había que formarse
más y que el mundo de los estudios no se acababa con el hecho de conseguir un
título universitario, tenía que seguir con mi formación.
El mundo de la Atención Farmacéutica empezaba a
mostrarse como la solución a mis plegarias, y me lancé a él con los ojos
cerrados. Recuerdo aquellas primeras clases en el COFM de la mano de mi gran
amiga y compañera Raquel Varas. Poco a poco fui
aprendiendo, gracias a los Planes
Estratégicos de Atención Farmacéutica del CGCOF, en que consistía realmente
la Atención Farmacéutica y cómo debía llevarla a cabo. Supongo que conocéis
perfectamente estos PEAF,
pero si por un casual no los conocéis, os animo a todos a participar.
Una de las primeras cosas que
aprendes en estos cursos es que la Dispensación,
tal y como la conocemos, es mucho más compleja de lo que pensábamos. De hecho,
en Atención Farmacéutica no se habla de Dispensación
solamente, sino de “Dispensación Activa”.
La Dispensación se define como el Servicio profesional del farmacéutico
encaminado a garantizar, tras una evaluación individual, que los pacientes
reciban y utilicen los medicamentos de forma adecuada a sus necesidades
clínicas, en las dosis precisas según sus requerimientos individuales, durante
el periodo de tiempo adecuado, con la información para su correcto proceso de
uso y de acuerdo con la normativa vigente.
En la “Dispensación Activa” la actuación del farmacéutico se centrará en:
- El paciente
- Los medicamentos solicitados
- Verificar que el paciente conoce la medicación y su indicación
- Realizar el proceso asistencial
- Registrar la actuación
Este proceso se llevará a cabo
estableciendo un diálogo con el paciente
con el fin de recabar toda esta información. Para ello se formularán las
siguientes preguntas:
- ¿Para quién es el medicamento?
- ¿Es la primera vez que lo toma?
- ¿Sabe para qué se utiliza?
- ¿Sabe cómo tomarlo?
- Complementariamente se verificará que el medicamento no es inadecuado con otros tratamientos, con otras enfermedades y con el estado fisiológico general del paciente.
¿Por qué os estoy soltando todo este rollo que es de sobra conocido
por todos vosotros?
Muy sencillo. En mis primeras clases de Atención Farmacéutica me aprendí muy
bien la lección y me fui directa a la farmacia para aplicarlo cuanto antes.
Y ahí me encontraba yo, detrás
del mostrador con la mejor de mis sonrisas dispuesta a recibir a todos mis
pacientes y a aplicarles una “Dispensación
Activa” como Dios manda. En esto que llega la primera de mis “víctimas”
(permitidme el símil), y casi sin respirar le solté toda la retahíla de preguntas
que me habían enseñado. Estaba súper orgullosa de mi misma por lo bien que lo
había hecho (al menos eso pensaba yo) y esperaba con ansia las respuestas de mi
paciente. Cual fue mi sorpresa cuando éste me dijo “menudo interrogatorio que me acabas de hacer”. En ese momento se me
cayó el alma a los pies y pensé “¿qué ha fallado?”. Yo lo había hecho todo tal
y como me habían enseñado (¿o no?).
Pues va a ser que no.
Efectivamente la parte teórica la había hecho a la perfección, pero me falló la
parte práctica. Tan importante es lo que
preguntamos, cómo el modo en que lo hacemos. No debemos olvidar que con un
paciente la comunicación ha de ser bidireccional. Debemos preguntar, por
supuesto, pero también debemos darle tiempo a que asimile la pregunta y que nos
responda. Las preguntas se deben formular siempre en el lenguaje más adecuado
al paciente. No es lo mismo hablar con una señora de 80 años, casi medio sorda
y con un nivel cultural más bien bajo, que con un ejecutivo de 50 años con
muchas más tablas en la vida que una servidora. Hagamos preguntas, sí por
supuesto, pero sepamos también como hacerlas.
¿Y todo este rollo a qué viene? Viene a colación de un dato que se extrajo
hace unos meses del proyecto REFCOM
(para quien no lo conozca aquí
os dejo un enlace) que llamó poderosamente la atención. Según este estudio, en
el que se ha intentado reflejar la realidad de la farmacia comunitaria, un
78,4% de la población dice que su farmacéutico no le pregunta si se trata de un
comienzo de tratamiento o de continuación a la hora de la dispensación
de las medicinas requeridas por el paciente. Sinceramente, dudo mucho de esta
afirmación. Y por eso os he contado esta situación que me pasó a mi en concreto.
Los farmacéuticos preguntan, y mucho. Pero también sabemos hacerlo de una
manera muy sutil para no herir sensibilidades. La salud es un tema muy delicado
y que pone a la gente (me refiero a los pacientes) en un estado de alerta y a
la defensiva muy alto. Por eso es conveniente tener mano izquierda y saber
manejar las situaciones. Puede que no te pregunte directamente “¿Sabes para qué
es?”, pero ya me encargaré que, de una forma o de otra, consiga esa
información. No lo dudes. Porque el farmacéutico comunitario no es un mero
dispensador de cajitas. Es un profesional sanitario de tomo y lomo.
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Imagen sacada del Blog de El rincón de Linimento |
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