Ayer saltaba la noticia en
Correo Farmacéutico: “Cataluña no pagará en septiembre a las farmacias”. Un episodio más en la historia de los
impagos. Algo que, por desgracia, está empezando a convertirse en una
costumbre.
Por todos es sabido la crisis por la que está pasando el país
y sabemos que las deudas, en todos los sectores, están a la orden del día. Sin
embargo, la situación de las farmacias es más que preocupante. Cada cierto
tiempo, distintas CCAA se declaran en quiebra a la hora de pagar a sus farmacias.
Situaciones como las de Castilla LaMancha, Valencia, Cataluña o Canarias, son más que conocidas por todos nosotros. Es por eso por
lo que cada vez resulta menos llamativo encontrar titulares del tipo “300 boticas están en concurso de acreedores”. Una situación de lo más kafkiana, sobre todo si echamos la
vista atrás y vemos lo que llegó a ser el sector farmacéutico.
Las deudas son una constante en
la vida del ser humano. Todos, en mayor o menor medida, tenemos deudas que por
suerte se van solventando. Los impagos también, pero ¿a qué precio? ¿Puede un farmacéutico permitirse estar tres o
cuatro meses sin cobrar? Hay facturas que pagar, trabajadores que quieren
cobrar su nómina, pacientes que necesitan su medicación… Los farmacéuticos se
van endeudando cada día un poco más con el fin de no dejar de hacer su labor
más preciada: la labor asistencial. Pero como ya he dicho, todo tiene un
límite.
Sé que más de uno me dirá que en
España hay numerosos autónomos o PYMES que cobran con bastante tiempo de demora
(eso si son afortunados y cobran, porque se ve cada situación en muchos otros
sectores que es para echarse a llorar). Eso es así, sin duda. Pero no debemos
olvidar que muchas farmacias españolas
viven, casi exclusivamente, de la facturación de recetas. Especial mención
a las farmacias rurales o pequeñas farmacias de barrio donde la venta de
parafarmacia es bastante escasa.
Os estaréis preguntando, ¿y por qué lo ha titulado farmacéuticos del
mundo? Si nos está hablando de la situación de la farmacia española.
Sencilla y llanamente porque no tenemos la exclusividad de los impagos. Esta
situación está ocurriendo en otros países, como es el caso de Argentina. Allí las farmacias estaban
cobrando con un periodo de demora de 70días (situación muy parecida a la española). Como bien define nuestro
compañero Néstor Caprov, “los farmacéuticos argentinos en el fondo del pozo”. También ellos se enfrentan
a sus propias deudas, facturas, nóminas y atender a una sociedad que no tiene
por qué pagar los platos rotos de una mala gestión. Como gremio decidieron
protestar, llegaron incluso a cerrar sus establecimientos. Una medida de
presión que también se ha dado en alguna de las farmacias de nuestras CCAA.
Presiones con el fin de acabar con esta situación que ahoga cada día un poco
más a un sector maltrecho y malherido. De momento, las respuestas han sido más
bien vagas. Promesas de cambio que tienen un futuro un poco incierto.
¿Quién es el culpable de que hayamos llegado a esta situación? La respuesta parece bastante
clara, una mala gestión. Aunque como ya hemos visto, las cosas no siempre son
blanco o negro, los grises están de por medio. El sector farmacéutico siempre
ha sido un caramelo delicioso con demasiados pretendientes. Todo el mundo
quiere quedarse con su trozo de pastel, e incluso hay no invitados que se
quieren unir a la fiesta. Conceptos que, he de confesar, se me escapan de mi
conocimiento.
¿Qué solución podemos buscar a largo plazo? Las farmacias han sido y
siempre serán unas supervivientes y han sabido adaptarse a todas las
situaciones que les han ido cayendo. Por eso cada día es más normal ver como
las farmacias cambian el chip de centrarse exclusivamente en el medicamento y
están abriendo nuevas vías de labor asistencial. Algunas de ellas están
empezando a especializarse, según su campo de batalla (dermofarmacia,
homeopatía, nutrición, ortopedia). Renovarse o morir. Los cursos de gestión de
la farmacia están de rabiosa actualidad. Todo el mundo quiere exprimir al
máximo su potencial.
Por supuesto, está la tan
deseada Cartera de Servicios. Sin
duda, ésta es la salida que quiere la mayoría de los farmacéuticos porque es la
que más nos acerca a nuestra labor asistencial, a nuestro contacto directo con
el paciente, a ser lo que somos dentro de la cadena de la Salud Pública. Sin
embargo, aquí se abre otro nuevo frente. Esta cartera, si queremos que sea
viable, debe ser remunerada. Pero,
¿quién paga? Vista la situación de los impagos y la poca confianza que se
puede tener en las administraciones con el pago de las facturaciones, yo lo
tengo bastante claro. Si queremos sobrevivir, si queremos ofrecer una atención
farmacéutica de calidad, debemos educar al paciente en la necesidad que tiene
de recibir estos servicios profesionales. El paciente así debe valorarlo y, por
supuesto, pagarlo.
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Imagen de miradaprofesional.com |
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